Mucho hemos escuchado hablar de la personalidad. Nos suelen catalogar como con personalidades fuertes, dominantes, conflictivas, débliles…etc. Pero ¿Qué es realmente nuestra personalidad? ¿En qué etapa de nuestra vida se construyó? y más importante aún: ¿Si deseo cambiar cierto aspecto de mi personalidad puedo lograrlo?
La personalidad se define como un patrón de comportamiento, pensamiento y emoción relativamente estable en el tiempo y que se expresa a través de las diferentes situaciones que vivimos. Es básicamente el modo en que nos comportamos, interpretamos y relacionamos con el mundo.
Dicho patrón es en parte heredado, en parte adquirido y moldeado a través de nuestras experiencias de vida.
Dependiendo de cómo aprendamos a interpretar, sentir y actuar desde pequeños, serán nuestras tendencias de adultos.
Algunos acontecimientos de nuestra historia tienen un gran impacto emocional y otros no tanto. No son iguales experiencias en las que nos sentimos amados y protegidos que otras en las que abusaron de nosotros. Tampoco afecta del mismo modo si crecimos en un ambiente pacífico y seguro que en otro de estrés y gritos.
A partir de esas vivencias forjamos nuestra personalidad, que nos ha ayudado a protegernos y sobrevivir desde la infancia con el mundo que nos rodea. Si ese mecanismo de protección nos ha resultado válido de niños, lo seguiremos utilizando ante acontecimientos o dificultades similiares.
Cuanto más pequeños somos, más absorbemos del mundo exterior los aprendizajes, y es en esas etapas de la vida que se forja nuestra personalidad.
Pero que el edificio de nuestra personalidad este formado, no significa que de adultos no podamos hacer reformas. Lo único que necesitamos es simplemente quererlo. Ya sea porque nos damos cuenta que determinados patrones nos dañan a nosotros mismos, no le hacen bien a personas que queremos o simplemente afectan nuestro crecimiento personal.
La mejores lecciones de nuestra vida, las aprendemos a través de los fracasos que sufrimos. Puesto que estos fracasos, son los que nos permiten crear una nueva perspectiva en relación a nuestra vida (especialmente en como la manejamos).
¿Quiero cambiar mi personalidad? ¿Por qué querría cambiar “quién soy”?
Si “ser como soy” nos limita, nos condiciona, nos genera malestar y no nos permite avanzar hacia nuestras metas; mantener ese pensamiento no nos ayuda mucho, ya que con él damos por hecho que seguiremos pensando igual, sintiendo igual y actuando igual.
Somos el resultado de nuestra historia vital, sin duda tenemos que valorar lo que somos, aceptarlo y entender su sentido. Pero si decidimos cambiar aspectos de nosotros o nosotras, por los motivos que sean: mejorar, evolucionar, adaptarse… porque algunas cosas nos están generando malestar, tenemos que saber que es posible.
¿Cómo conseguirlo?
1. Para de dar vueltas en círculo.
Toma conciencia de tu personalidad.
Si hay patrones en tu vida que se repiten y te encuentras cada cierto tiempo diciéndote: “siempre me pasa lo mismo”, busca causas internas y no externas que expliquen que esto suceda y que tiendan a repetirse –mi forma de conocer a los demás, mi manera en que pienso un proyecto importante, mis reacciones en un conflicto…–
2. Reconoce y acepta con afecto tus tendencias de personalidad.
Analiza en qué y cuándo te ayudan y en qué y cuándo te perjudican.
No hay una personalidad adecuada o inadecuada. Dependiendo de cuándo y con quién nos relacionemos y haciendo que esas mismas tendencias se conviertan en fortalezas en vez de en obstáculos. Actúa tal cual eres de forma natural cuando ello te beneficie, y desarrolla un mayor autocontrol cuando tu personalidad te penalice.
3. Sé flexible.
El verdadero problema de la personalidad es que seamos inflexibles.
Despréndete del “yo soy así y a quien no le guste es problema suyo”. Date cuenta de cómo eres y de por qué eres así realmente, y entiende que el principal perjudicado o perjudicada de no “aflojar” y “modular” ciertos aspectos eres tú.
4. Experimenta.
Permítete “jugar a ser una persona distinta”.
Presta atención y cuando menos te lo esperes, sorpréndete haciendo como que piensas y sientes de forma distinta sobre algo (aunque no sea así), y por ello actúa de forma distinta. Tras ello observa si algo distinto ocurre.
5. Trabaja con un o una profesional de la Psicología.
Utiliza el conocimiento y la experiencia de un psicólogo(a) en tu beneficio.
Identifica ese momento en tu vida en el que deseas mejorar tu bienestar emocional, esa etapa en la que es prioritario en tu vida. Ponte en marcha, realiza un buen estudio con un profesional de la Psicología que te ayude a comprender tus tendencias en cómo piensas, sientes y actúas